Publicado inicialmente como parte del artículo «Sobre Innovación, Ecosistemas, IoT, Industria 4.0… y otras modas«
En estos tiempos, parece ya ampliamente aceptado que la evolución del paradigma de la innovación empresarial debe ser necesariamente hacia modelos abiertos, de colaboración más allá de la frontera de la empresa, y que incorporan la cooperación público privada para la creación de los famosos ecosistemas de innovación. Y el eje de desarrollo de un ecosistema de innovación lo constituye la triple hélice, donde, en un escenario de sociedad del conocimiento, la colaboración de administración, universidad y empresa es capaz de “generar nuevos formatos sociales e institucionales para la creación, transferencia y aplicación del conocimiento”. Es más, en los nuevos contextos de innovación abierta, no sólo se refuerza el papel de la universidad en el proceso (Entrepreneurial University), sino que se introduce un nuevo elemento, el ciudadano, definiendo, como hace la UE, la nueva cuádruple hélice.
El Informe EOI IoT 2015 “Las tecnologías IoT dentro de la industria conectada 4.0” hace un recorrido detallado precisamente por estos actores en relación con el ecosistema cuya creación se propone. Operadores, industria, administración, usuarios… El papel de las instituciones del conocimiento (universidades, centros de investigación…), si bien se establece como necesario, es utilizado a lo largo de todo el documento para resaltar las carencias en su relación con la industria y plantear la necesaria aproximación desde el ámbito universitario (políticas de transferencia, reconocimiento de la actividad en el ámbito académico…).
Este es un debate que sin duda está en presente desde hace ya mucho tiempo en el contexto universitario, y que debe trasladarse igualmente al industrial, ya que necesariamente debe abordarse de forma integral si realmente queremos responder al papel que cada actor debe jugar dentro de un ecosistema de innovación. Solo desde el reconocimiento de la necesidad de colaboración mutua, algo que sin duda ha mejorado ostensiblemente como importantes resultados en los últimos años, se puede llegar a establecer el marco idóneo con el que abordar nuevos retos, especialmente en ámbitos tecnológicos tan demandantes como los que estamos considerando.
Está claro que un proceso de innovación es necesariamente empresarial, en tanto el valor de las nuevas ideas debe necesariamente establecerse por su capacidad de puesta en el mercado y demanda activa por parte del mismo. El protagonismo de la industria es, pues, claro, si bien, el sistema público de I+D en el que se encuadra la universidad tiene un importante papel en tanto en cuanto es el principal generador de ciencia y tecnología, y por tanto, principal actor protagonista junto con las empresas en el proceso de transferencia. La industria, pendiente del mercado para dar sentido al proceso de innovación (poner ideas a trabajar), debe confiar en la universidad para que la generación del conocimiento siga ofreciendo avances capaces de llevarnos hacia propuestas de mayor valor. La creación de esa relación de confianza, casi cómplice, de socios tecnológicos, debe ser la constante que marque una colaboración abierta hacia un ecosistema de innovación.
Sin embargo, como ya decíamos, esta reflexión suele chocar con una realidad que tradicionalmente ha alejado universidad y empresa, estableciendo su justificación en la búsqueda de objetivos disjuntos: por parte de la empresa, el resultado a corto plazo con escasos deseos de invertir recursos en I+D+i; y por parte de la universidad, el enroque en posiciones de investigación básica, alejadas de la transferencia y el mercado, y con el foco en conseguir los réditos necesarios en el contexto académico.
Pero hay que resaltar que en el ámbito tecnológico, y en particular en los nuevos paradigmas de los que estamos hablando, los centros universitarios españoles gozan del máximo reconocimiento técnico, habiendo realizado contribuciones científico-tecnológicas de gran calado: por ejemplo, una revisión del estado del arte dará fácilmente con artículos de nuestras universidades que resultaban seminales en un campo tecnológico que todavía no se llamaba IoT. Así pues, el esfuerzo de caracterización del ecosistema IoT e Industria 4.0 que se plantea como necesario, no debe quedarse en un mapa empresarial, sino que deberá pasar igualmente por identificar las contribuciones del sistema universitario español, muy activo en estas áreas y a veces sólo reconocido a nivel internacional. Podemos encontrar muchas sorpresas… ¡Y están ahí para aprovecharlas!
Y no debemos olvidar que, aparte de su capacidad científica y tecnológica, muchos grupos universitarios, especialmente en las escuelas de ingeniería, más cercanas por sus intereses y gustos a la investigación aplicada, han sido también protagonistas en los últimos años de un creciente empeño en abordar la transferencia a la industria (proyectos con empresas, consorcios europeos, patentes…). El resultado de la colaboración universidad-empresa en el marco de programas tanto europeos como nacionales (los programas CENIT o Avanza, por ejemplo) ha sido ejemplar y ha demostrado las capacidades de esta alianza natural y necesaria y que sólo se ha visto amenazada por las nuevas políticas de financiación. Los modelos de financiación pública que permitieron esa visión compartida del proceso de innovación, planteaban como necesaria la participación del sistema universitario en el mismo, pero un cambio de enfoque en la aplicación de los fondos de innovación hacia planteamientos más cercanos al negocio/mercado, ha hecho que en estos momentos esta participación no quede reconocida de la misma forma. Es algo que impacta claramente en la financiación de los proyectos, supone una carga para las empresas y que, por tanto, habría que corregir.
En el ámbito de la transferencia queda mencionar igualmente el empuje de los grupos universitarios en cuanto a la creación de spinoff universitarias (muchas además en el ámbito de la IoT). Es justo ese nuevo papel protagonista dentro de un ecosistema de innovación y, en particular, en el ámbito de la captación de talento y el emprendimiento (Entrepreneurial Universtity) el que un nuevo concepto de universidad está llamado a jugar. Y muy especialmente cuando nos referimos al ámbito tecnológico. El tejido social y económico en su conjunto debe saber aprovecharlo y explotarlo.
Simplemente una nota final sobre otro ámbito donde este alejamiento universidad-empresa también se hace notar: el ámbito formativo. Frecuentemente las labores docentes de la universidad son criticadas por parte de las empresas como poco adaptadas a la demanda del mercado laboral. Esto ha quedado expresado también en el caso que nos ocupa (IoT, Industria 4.0), y se refleja tanto en el informe como en otros comentarios como un “déficit formativo en el manejo de los nuevos paradigmas”. Pero lo cierto es que, sensibles a esta realidad, muchos centros universitarios están abordando el problema con programas específicos de profesionalización que permiten incluir complementos formativos de acuerdo a las necesidades formuladas por socios empresariales estratégicos. Es hora pues de que esto ocurra de una forma mucho más fluida y constante para paliar en la medida de lo posible la falta de profesionales y no frenar la adopción por la industria de estos nuevos paradigmas.